Esta prensa era de un señor de Guadalupe.
Cada vecino, llevaba sus aceitunas y las volcaba en uno de los nichos.
Cuando le tocaba prensar las suyas, siempre habían problemas: tenían un bichillo que se comía el aceite, eran muy delgadas, este año daban muy poco aceite… así se perdian cientos de litros de aceite que desaparecían desde la recogida hasta el prensado final.
Yo tenía 7 u 8 años y cuando podía entraba a jugar por la prensa, a ver cómo se hacía el aceite, a mirar los cientos de pájaros que llegaban a comer, a sentir ese olor particular que tenía el aceite recién exprimido. Pero sobre todo, vigilaba el lugar de las aceitunas de los abuelos, para que no tuvieran ningún bichillo.