A mi padre, lo que realmente le gustaba, eran sus ovejas. Se sentía feliz con ellas, le encantaba.
Muchas veces iba yo al campo a llevarle una cazuela con comida a medio día. Recuerdo un día que llovía bastante y yo fui hasta donde estaba con la cazuela en una bolsa. Él estaba bajo una encina. No nos hablábamos mucho, los dos sabíamos cuánto nos queríamos.
– Anda, vete, que te vas a mojar más, yo voy dentro de poco… A ver si termina de parir está y me llevo el cordero…
Qué pena que la foto tenga tan mala calidad, porque yo lo recuerdo luminoso con sus ovejas, con su «garrote», con esa cara feliz y orgullosa que tenía, cuando estaba haciendo lo que le gustaba.