Las historias de amor, son todas de eso, de amor. Pero no por eso son sencillas cuando se viven.
Como siempre, nos salva el amor. Al final, después del tiempo, queda sólo eso, el amor con que se vivieron. Aunque el regusto, a veces, sea agridulce.
Es el año 1983. Belén tiene un año. Yo estoy embarazada de Salvi. Belén es una niña preciosa y lista. Sus ojos cuentan todo lo que lleva en su interior: curiosidad, alegría, ternura…
Viki, algunas tardes venía a vernos. Aquí tiene 22 años. Guapísima. Belén la adoraba, siempre le traía algún regalito sólo para ella.
Año 1986. Esta pequeña foto la hizo Neto, el hermano de Moris. Salvador tiene tres años. Precioso y tierno, lindo, cariñoso, dulce, como un saquito de amor, nunca molestaba. Belén se había golpeado en un dedo y su papá se lo había vendado jjajaja El pequeño que está junto a Salva, es el hijo de Neto. Y al lado de Belén, está Miriam. Malita, triste, pálida, de ir y volver constantemente del hospital donde pasamos las dos, casi seis meses. ¡Maldita mononucleosis, que casi nos gana! Tiene dos años.
Su padre y yo, nos casamos en 1980, habían pasado seis años. Seis años muy felices para todos.
Pero el amor es algo extraño. Aunque nunca se diga, tiene niveles. Unas cosas o sentimientos están por encima de otras. Y yo, aún dividida, como rajada en canal por dentro, era primero madre y después mujer. Primero madre. Después mujer enamorada de un hombre al que adoraba; pero este año, todo se rompió. Gano la cordura. La necesaria cordura que hay que blandir como espada, para defender la vida sin permitir que las cosas nos derroten o nos arrastren a saber a qué. Paradojas extrañas: roper el amor para salvarnos de la toxicidad del amor.
Y el tiempo, esa gran medicina que todo lo cura, siguió hacia adelante. Sin parar, llenando los espácios de fuerza nueva.
Año 1988. En los veranos, nos ibamos al pueblo y aún tan pequeños, todos, Miri ya recuperada del todo, Salvi, Belencita y yo, hacíamos excursiones con las mochilitas y las gorras por lugares encantados y secretos. Si se mantiene viva la mágia el corazón florece y vuelve la primavera. Lo más importante: mantener la alegría. La ilusión. La fantasía. La calma. El amor.
Año 1989. Los veranos en Alía seguían siendo mágicos para Los tres. Seguían creciendo y disfrutando de todo llenos de alegría. Y aunque su padre y yo estábamos separados, de hecho, la niña que está con ellos en la piscina es de alguna de sus novias.
El amor seguía encendido en mí y a veces, me quemaba: Este año, fue el que nació, fruto de un amor que aún latía en todo mi ser, Angélica. Mi linda y pequeñita muñeca.
Juguete para sus hermanos que le adoraban, dinda, dulce, vivaracha y atrevida. Desde que nació nos enamoró a todos.
Nuestra familia desde entonces, es un grupo fuerte, de un sólo tronco que forma un sólo árbol, lleno de hermosas ramas donde anida la vida con toda su fuerza.
Año 1990 Conclusión de una etapa: Dentro de una vida, hay muchas formas de vida. Aquí en este punto, terminó una de ellas. O mejor, aquí en este punto, comenzó una de ellas.
VIVIR y el amor, tiene eso.