En Septiembre del 1995 llegamos los niños y yo a Pradorrey. Yo había pasado allí, todo agosto con Domingo; Me encantó. Eso es lo que yo quería para vivir. Este era el lugar dónde mis hijos, estarían en contacto con la tierra, los animales, los árboles, el agua, el sol… ¡este era el lugar!
Les costó un poquito los primeros días, estaban super asustados: se hablaba de lobos, de mastines, de caballos, de salir a la calle por la noche mientras los perros ladraban… ¡Muuu fuerte! Pero se soltaron rápido.
Anyel y Salvador, jugando juntos.
y con Belén, haciendo el ganso en la calle, aunque hiciera frio por las noches.
Subirse en el tractor, jugar entre las alpacas, ayudar con los corderos… Pero sobre todo los cachorros recién nacidos de mastín. ¡Se enamoraron!
Y tuvieron un perrito sólo para ellos. Además de todos los pequeños.
Los primeros meses estuvieron super ocupados con las distintas camadas de mastines, incluso a algunos los tuvieron que poner inyecciones para que no estuvieran enfermos. Total, era como una granja escuela pero totalmente real.
A todos se les fue metiendo en la sangre la vida de campo, tan, tan auténtica.
Yo creo que Angélica que ya tenía bien claro que de mayor quería ser mamá, desde los cachorrillos, todavía, se convenció más.
Y al cabo de poco tiempo, estaban totalmente integrados en la casa, los caballos, las ovejas, los lobos y todo lo que se les pusiera por delante. Además Domingo era un buen profesor para enseñarles que trabajar, ayudando con las tareas, podía ser estupendo… o no?