Yo tenía tres años y medio.
Justo cuando andaba aclarándome con las cosas, de mi nacimiento… zas! Llegaron las mellizas!
Las trajo la cigüeña, así, de pronto, sin que nadie me hubiera avisado de nada.
Me enteré porque todos estaban con prisas y muy preocupados. Que si esto, que si lo otro…Algo importante estaba pasando… yo quería saberlo!
Estaban en una cuna pequeña, arropaditas… Me ayudaron a asomarme un momento: eran dos niñas. Muy, muy pequeñas…estaban arrugadas y no hacían nada. Pero nada, nada…
Me dijeron:
– “Mira, las mellizas”…y ya está. me dijeron que saliera y me fuera a jugar a la calle. Ale, ya está!!!
Había siempre mucha gente en casa: mis tías, las vecinas, la abuela…
Las cogían, las hablaban: -¡ay pero que pequeñas son, que bonitas, que preciosas! – Hay que cambiarlas que ya se han vuelto a hacer caquita…!
Pero a mí no me dejaban casi nunca acercarme.
Decían:
– Tú fuera de la habitación. Y calladita, que se van a despertar. Deja a tu madre, que está malita, y sé buena…tú lo que tienes que hacer ahora es, ser buena con tu madre y obedecer mucho…ahora eres la mayor.»
Y también decían:
– «!Qué bonitas están… que pequeñas…que lloronas, ¡total no comen estas niñas…!”
Y así todo el tiempo, siempre diciendo cosas de ellas y sin dejarme que yo me acercara. Ni siquiera sabía porqué mi madre ahora estaba malita…
Yo intentaba ser lo más buena posible, aunque no sabía bien en qué consistía eso o qué tenía que hacer para ser buena.
Y antes de que yo pudiera enterarme de algo más, decidieron que me tenía que ir con mi abuela y con mis tíos.
Pero no la abuela que vivía en el campo y que yo tanto quería, no, con esa no. Con la otra abuela y con los tíos, que estaban lejos, en otro pueblo, en el que no había estado nunca. A esa abuela y a esos tíos, no los conocía. ¿Cómo me iba a ir con ellos? ¡no los conocía!
Todos decían:
–“Ya verás, te quieren mucho, vas a estar muy bien allí, será estupendo! Te van a comprar vestidos y una muñeca así de grande!”
Pero no quería ir. Estaba enfadada. No conocía ese pueblo, ni la casa, ni la gente… y a pesar de que todos hacían muchas cosas para que estuviera contenta y quisiera quedarme con la abuelita y con los tíos, yo no quería ir allí.
No me gustaba nada, nada. Pero me llevaron y ¡allí me dejaron!
A los pocos días de estar con ellos, en ese pueblo tan raro, ya tenía un plan para que me devolvieran donde mis padres:
Si estaba en la casa de la abuela, lloraba toda la noche a voz en grito diciendo sin parar:
– “Quiero irme con los tíos, yo quiero irme con los tíossssssssssss” y así hasta la madrugada, sin que pudieran callarme.
Y al día siguiente, si me quedaba con mis tíos, lo mismo:
–“Quiero irme a casa de la abuela Concha, quiero irme a casa de la abuela Conchaaaaaaaaaaa”.
Parece ser que más de una noche, tuvieron que cogerme de madrugada y llevarme de una casa a la otra, a ver si me callaba. (Esto me lo contaron muchas veces).
Todos los días los pasaba más de lo mismo: de una casa a otra y siempre chillando a voz en grito. Pero nada. No me llevaban a mi casa.
Durante el día, cuando estaba en la calle vigilaba bien a las cigüeñas de la torre, cuando pasaban volando. Siempre encontraba alguna piedra para tirársela.
Y les gritaba bien fuerte:
–“¡Cigüeñas malas! ¡Por vuestra culpa ahora yo tengo que estar aquí: Por haber traído a las mellizas!”
Y la gente se reía. Pero yo no.
Un día decidí que tenía yo solita, que regresar.
Llovía mucho y todos estaban atareados…
Salí a la calle y me puse a caminar. Cuando se terminaran todas las casas, después estaría mi pueblo…
Estaba empapada y las casas no se terminaban nunca. En el pueblo vivía mucha gente, eran muchas calles y muchas casas…
Se estaba poniendo muy oscuro, cada vez más oscuro y no paraba de llover.
En una calle, estaba la gente hablando con la puerta abierta, era un barbero, como al que iba mi padre para cortarse el pelo. Estaba afeitando a un señor con mucha espuma en la cara.
Entré, porque a lo mejor conocía a mi padre y me podía ayudar…
Me sentó en una silla muy alta y me arropó con una manta.
– “Pero niña, me dijo , ¿qué haces tú aquí, de quién eres?”
Yo le conté que era de la abuela Concha, de Félix y de la Isidra. Que la cigüeña había traído a las mellizas y que, por culpa de eso, ahora yo tenía que estar en este otro pueblo. Pero que me quería ir a mi casa y no encontraba ningún camino para llegar.
Ellos me escuchaban, pero se reían.
¡Yo ya no sabía cómo explicarlo!
Parece ser que la abuela y los tíos me estuvieron buscando al menos dos horas hasta que les avisaron de dónde estaba. Y que se preocuparon mucho, porque no sabia donde podía estar con esa lluvia…
Decían: «Ay, ay… que niña ésta… ¿por qué no le dijiste a la abuela dónde ibas? Y también: «Pero qué niña tan mala eres… ¿es que no sabes que tu madre tiene las mellizas y tienes que ser buena?”.
Cosas así, decían. Yo no quería decirles que estaba buscando un camino para regresar a mi pueblo. No sabía si se enfadarían más si se lo contaba.
Desde ese día los tíos y la abuela estaban muy preocupados.
– “No sabemos qué hacer con esta niña, no sabemos qué hacer!” decían.
Al final, sin tener que hacer nada mas, conseguí lo que quería: ¡Me llevaron a mi pueblo!
2 Comments
✍Pilar M Clares dijo…
Qué bonito, Celeste, me gusta mucho cómo lo cuentas, con todas las herramientas de los realtos populares, que también tienen mucho de verdad. Menudo palo tenerte que ir por esas dos renacuajas ¿cómo contínúa?
✍ Landau dijo…
Las princesas y los príncipes destronados… ¡¡cuánto sé yo de eso!!!
Enhorabuena por tu nuevo blog.
✍ Lety dijo…
Inicio aquí desde el primero. Voy sintiendo en carne propia tu dolor
18 de febrero de 2007 9:49
✍ Feida dijo…
la niñez deja huellas para toda la vida
mi abrazo muy grande besitos
besos y sueños.
18 de febrero de 2007 17:11
✍Julia Ardón dijo…
Qué de burradas se comenten con los niños. He llorado con tu dolor…algo me despertó por dentro que no entiendo, pero sí siento.
Qué ignorante es la gente adulta cuando se trata de sentir compasión por un niño o una niña.
19 de febrero de 2007 10:17
✍Vero dijo…
Muchas veces los adultos no explicamos a los niños lo que sucede, tienes que haber tenido mucha tristeza ese dia para salir a buscar tu camino de vuelta. Como sea, lo conseguiste, te lo propusiste y lograste tu objetivo.
Un Beso.
20 de febrero de 2007 12:30
✍ Gwynette dijo…
Yo soy hija única, y de niña me sentía muy sola y dejaba abierta la ventana cada noche cuando todos dormían, para que entrara la cigueña y me trajera un hermanito…
Hacía años que no me acordaba de esto y fíjate tú, con tu post, me ha parecido que fué ayer…
Saluditos de alcachofa
25 de febrero de 2007 1:49
✍ DE PROPOSITO dijo…
Un texto lindo, y las fotografías, adorables.
Un texto con descripción de infancia, donde no había los medios de comunicación que hay ahora, interesaba que as personas fueran ignorantes.
25 de febrero de 2007 2:27
✍ Mi despertar dijo…
Lindo , hermoso texto
Abrazos desde Miami
25 de febrero de 2007 10:46
✍ Francisco dijo…
Celeste! Celeste; espero que no continues siendo tan llorona.
Hermoso relato.
Un abrazo
26 de febrero de 2007 13:29
✍ Lis dijo:
querida Celeste, que lindo y profundo relato, me sentí y miré desde esa niña de tres años,
el anterior también me gustó mucho, como ves me pongo al día…
un abrazo!!
3 de marzo de 2007 8:18
✍ MentesSueltas dijo…
Pasaba a decirte que estoy de regreso y dejarte un brazo con mi mejor energía.
4 de marzo de 2007 5:19
✍ Buitre Desahuciado dijo…
¡Qué bonita anécdota!
Retrataste muy bien cómo los adultos deforman a los niños.
El no saber cómo tratarlos, pensar que son una cosa que no piensa es terrible. Como dijo alguien, los niños piensan casi como los adultos, lo que les hace falta es la información para organizar ese pensamiento. 4 de marzo de 2007 18:29
✍ dijo…
ay… ayyy… me dió mucha ternura Celeste, los mayores de antes no se daban cuenta que era nocivo para los chicos hacer esas diferencias con sus hijos, Pero bueno, lo importante es que lograste tu cometido y regresaste con tus padres.
Un beso y volvé por casa, siempre serás bienvenida.
✍ yole dijo…
Un ralato enternecedor…
Saludos. 7 de marzo de 2007 6:25
✍ Anónimo soleil dijo…
Un abrazo especial hoy
recuerdos desde Miami 8 de marzo de 2007 9:27
✍ dijo…
Querida Celeste, no vas a seguir esta bella historia?
Te dejo un abrazo enorme, enorme,
8 de marzo de 2007 10:09
✍ Laura dijo…
Celeste:
se me mezclaron la ternura, la tristeza y la desesperación tuya de niña.
Qué relato!
Espero saber más de esta historia.
Abrazos 9 de marzo de 2007 19:55
✍ Anonimo dijo: no vas ha seguir esta historia. ESPERO QUE NO. TU TIENES UNA VIDA -parece-muyyyy interesante y llenita de experiencias que contar.(PIENSA EN LOS DEMÁS, QUE HAS METIDO EN TU HISTORIA) sin pedir permiso NO UTILICES PERSONAS PARA TUS HISTORIAS 10 de marzo de 2007 17:28
✍ Celeste dijo…
Sí, voy a seguir contando esta historia.
Y no es fantástica. Todos los que la han vivido conmigo, saben que hablo de lo que viví y de las cosas tal cual me las han contado cientos de veces…lo mismo que a tí, supongo.
No pretendo molestar a nadie. No es esa mi intención.
Hablo del sentir de una niña, de lo que sentía y de cómo lo sentía.
El mundo giraba y ella estaba en ese torbellino de cosas. Pero SENTÍA y tenía un razonar propio. A pesar de ser una niña. Intentaba «comprender» Y sabía perfectamente qué quería, qué la hacía feliz, o qué la ponía triste…y sobre todo: creía que los adultos sabían lo que hacían y que la decían la verdad.
Ella no tenía otra verdad, más que lo qeu sentía y lo que los adultos la contaban…de esta mezcla, emanaban sus confictos.
Sí, voy a seguir. Me lo merezco!.
Los niños no tienen voz. Pero los adultos sí. La adulta que soy, habla de la niña que fui y de qué sentí y cómo lo sentí. Tengo derecho a ello.
Un abrazo grande.
A todos: gracias! es un placer contar con vosotros!
Vuestra opinión es importantísima para saber si se entiende todo bien o no. Y para sentirme acompañada. Repito: gracias!
✍ Vero dijo…
Pase a dejarte un abrazo y a leer tus novedades y veo que estas un poco floja con este blog, piensa que siempre paso por aca, asi que pone las ganas y sigue contando tus historias, aca estare para leerte. Un Beso. 11 de marzo de 2007 13:50
✍ margarita dijo…
Es maravilloso tu relato Celeste, me conmovió, que poco escuchamos los adultos a los chicos, y cuanto tenemos para aprender de ellos
6 de mayo de 2007 20:29
✍ Anónimo dijo…
Hola Celeste!!!
Caray como discurriste con 3 años!!! Y qué tesón!!!
Me ha encantado, poco a poco voy leyendo.
Ahora que tengo un hijo, no quiero separarme de él, sé que me necesita, y menos mal que conseguiste lo que querías!!! sino me hubiera quedado muy triste!!
He leido por encima los comentarios, y desde luego hay uno impertinente, estoy segura de que te quiso pinchar, jajaja, qué aburrida está la gente!!!!
Bs
16 de diciembre de 2008, 14:37
Recogidos 19 comentarios. A todas/os, muchas gracias. Me encanta vuestra colaboración en todo esto.