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Los días en la raña se pasaban muy rápido, pero que muy rápido.
Durante el día no paraba quieta, tenía muchas cosas que hacer.
Había ido descubriendo muchos bichitos diferentes que estaban, por la sombra del roble donde siempre jugaba:
Los “cura curatos” negros y amarillos, eran muy tontos y nunca hacían lo que les mandaba. Los escarabajos peloteros, siempre andaban dando vueltas a una pelotita más grande que ellos, aveces yo se la escondía… También, langostos gigantes, que saltaban muy alto, aunque si se les quitaba un ala, ya no tanto. Y en una piedra gorda, había un sapo que algunas veces salía. Lo tenía vigilado por si se marchaba a otro sitio. sólo salía por la tarde, cuando ya no hacía mucho calor, pero yo le cogía con dos palos y le volvía a meter bajo la piedra. Levantar la piedra era difícil, porque pesaba mucho…un día creo que le aplaste sin querer al meterle a su sitio, porque no volvió a salir y cuando levante la piedra estaba to tieso sin moverse.
Cuando la abuela estaba haciendo ganchillo a la sombra de la casa, yo le decía: – abuela, voy a hacer pis… Y me marchaba sin que me viera, a desenterrar la piel que los tíos habían metido en el estiércol para que se la quitaran los pelos y pudieran hacer con ella el tambor para navidad. Eso no me dejaban hacerlo, pero yo tenía que vigilar cómo iba, por si se estropeaba. Luego me tenía que lavar muy bien las manos, porque si no la abuela podía enterarse. Y algunas tardes, vigilaba también cómo iba la tinaja del vinagre, que la abuela tenía bien tapada con madera, trapos y piedras. Yo lo levantaba todo para oler como iba. Luego tenía que colocar otra vez todo como lo dejaba ella, ¡que si no me la ganaba! Pero nunca se dio cuenta.
La abuela hacía colchas de ganchillo, cosía los calcetines, remendaba los pantalones, escardaba la lana de las ovejas, para luego poder hilarla… Cuando podía compraba tela negra y hacía una bata para ella. Una bata negra, era lo que siempre se ponía y unas zapatillas negras. Bueno, en la raña, andaba siempre descalza. -Abuela, le decía yo, ¿porque siempre tu bata es negra y no de otro color? y ella a regañadientes, me decía: -¡Esto es lo que me tocó, toda la puñetera vida de luto!. Y nada más, no me decía nada más.
En la pila de lavar la ropa, la que estaba bajo la higuera grande, había puesto una piedra igual que la suya, pero más pequeña, para que yo también lavase la ropa y aprendiera a ser una mujercita.
Me gustaba lavar la ropa, porque cuando hacía mucho calor, la abuela me dejaba meterme en la pila y quedarme un rato en el agua. El agua se sacaba del pozo, pero eso sólo lo podían hacer los mayores. ¡Ni acercarme al brocal podía!.
El abuelo había hecho de madera, una cuerda larga con el cubo y una piedra atada al otro lado, un cigüeñal, para sacar el agua, pero a la abuela no la gustaba ni un pelo. Lo tuvo que quitar y poner una garrucha grande. que con esa sí se sacaba el agua rápido.
Los tíos andaban arando las jazas, para sembrar el trigo y las sandías o para que no se llenaran de monte. -Si se llena de monte la jaza, jaza perdía. Decía el abuelo. Por eso, era importante ararlas, para que no se perdieran…
Algunos días, la abuela me levantaba mucho más temprano, porque había que ir hasta la laguna que quedaba más allá de la tía Marciana, a coger las plantas con las que se hacían las escobas de barrer. Allí se encontraban las más altas y resistentes, eran las mejores escobas, decía la abuela. Pero había que madrugar mucho, porque la tía Marciana, podía ir antes que nosotras y llevárselas dejando las peores, y eso no. Las de jenillo, eran más fáciles de coger porque había mucho, pero esas no, esas eran para las que espabilaban, decía la abuela.
Los días que sobraba mucha leche, hacíamos queso. La abuela, con la cuajada que sobraba, me hacía un queso pequeñin, sólo para mi y lo ponía a secar en las tablas del techo, para que no se lo comieran los gatos. ¡Ese queso sí que estaba rico!
El abuelo, estaba haciendo una “hortera” para el gazpacho. La hacía con su navaja, cuando las ovejas estaban tranquilas.
Si me llevaba con él, yo le cuidaba las ovejas para que él no se levantara y la hiciera más rápido. Pero el perro carea, no quería hacer lo que le mandaba:
– ¡A por esa! Le decía yo. Pero nada, él no se movía de la sombra… ¡era muy tonto!
Después, venía la abuela y nos íbamos a casa.
– Abuela, mañana ¿qué vamos a hacer? Le preguntaba yo.
Y la abuela siempre decía:
– Lávate los pies y a dormir. Mañana ya lo veremos. Ellos se quedaban junto a la lumbre hablando de sus cosas un buen rato.
Antes de dormirme, oí que el abuelo decía:
– ¡Esta niña está aprendiendo mucho!
Y se reía con la abuela.
3 Comments
✍ Vero dijo…
Que lindaaaaa historia, siempre soñe con arriar animales, es una envidia tu niñez, yo de niña era un poco revoltosa, seguro habria apretado ese sapo hasta reventarlo jajaja.
Un Beso
p.d. gracias por tener una sillita para mi, adoro venir por estos lados.
23 de marzo de 2007 6:50
✍ pancha dijo…
cada vez que leo tus historias me dejan una sensación tan calientita en el corazón! besos!
25 de marzo de 2007 11:28
✍ Mari Carmen dijo…
He conocido tus blogs deambulando por la “casa” de landahlauts, y me han gustado mucho tus historias. Vendré a visitarte con frecuencia
Saludos,
27 de marzo de 2007 3:03
✍ Mari Carmen dijo…
Leyéndote -las jazas, la hortera para el gazpacho- me has recordardo mi infancia en ese pueblito cordobés, el pueblo de mi familia paterna, al que tanto quiero. Y no he podido evitar sonreir
Un abrazo,
27 de marzo de 2007 3:06
✍ gonzalo dijo…
me inquieta tu abuelita.
28 de marzo de 2007 9:27
✍ Julia Ardón dijo…
qué lindo que lo contás, qué lindo que lo recordás.
28 de marzo de 2007 21:38
✍ Celeste dijo…
Gonzalo, tranquilo…mi abuelita nunca fue el lobo.
A todos: GRACIAS. No sabéis cuanto significan para mí vuestras amables y dulces palabras.
29 de marzo de 2007 6:35
✍ Erika Contreras dijo…
Vivir y aprender de los abuelos es una experinecia lejana para mayoría. Gracias por compartir la tuya.
saludos 29 de marzo de 2007 13:23
✍ ka! dijo…
Linda, sin apresuramientos…viviendo la día al día y sin necesidad de agendas y de todas esas cosas que hacen de nuestro día a día un martirio…
bien vale estar aquí..un abrazo. 29 de marzo de 2007 15:21
✍ Lety dijo…
Sigue querida Celeste, sigue con estos hermosos cuadros, dignos de colocarlos sobre el hogar, ahí donde el corazón se calienta
Te dejo mi cariño
30 de marzo de 2007 13:04
✍ MORGANA dijo…
Querida Celeste, no tengo puesto mi direccion de correo en el blog,
tu comentario acerca que te gustaba rumi si lo tengo publicado, me llegó, el lunes te escribo a tu correo si?
Muchos besos y buen finde.
30 de marzo de 2007 13:40
✍ margarita dijo…
Que linads historias, se pueden “vivir”. Y muy bien documentadas con fotos.
Saludos
6 de mayo de 2007 20:24
Muchas gracias. ?Como puedo iniciar sesion?
La página está corrigiendo cosas, en cuanto termine, estará todo libre y podrás acceder a ello. Gracias por esperar. Cuento contigo.