¡Los tíos estaban tooodo el día trabajando!
Yo no sabía exactamente lo que hacían, pero trabajaban mucho. A algunos casi no los veía.
El más pequeño, que sólo se llevaba cuatro años conmigo, estaba de zagal con el abuelo. ¡Bien tenía que espabilar para que el abuelo no le cogiera de las orejas o de diera buenas voces! El abuelo se cagaba mucho hablando: ¡Me cago en la puntaa ! ¡Me cago en tó lo sangrao! y en muchas cosas más…
El más alto, era el tío José.
Hacía todas las cosas del campo cantando y muy contento: araba con los mulos, desbrozaba con el azadón, iba al pueblo en un mulo, cuando algo se eschangaba y había que arreglarlo, cortaba leña con la jacha grande, ponía los cepos a los zorros, los lazos a las liebres y las perdices.. ¡ y más cosas…!
A mí me llevaba con él muchas veces. Era tan fuerte que me subía a los hombros y caminaba muy rápido.
Yo ponía mucha atención en las cosas y aprendía cómo lo hacía; seguro, que si me dejara, podría poner los lazos en la verea de las liebres…¡era fácil!
Y también sabía qué había que hacer para que a las pieles se le quitara el pelo y hacer el tambor de Navidad. Pero atarlo no podía, porque había que tener mucha fuerza, como el tío.
Una tarde, cuando estábamos arando con los mulos por todo el barbecho, dijo el tío: – ¡Chacho, que bocanás de aire tan caliente están llegando! Quédate aquí, quietecita con los mulos y ten cuidado, que voy al pozo, a beber agua.
Cuando el tío les decía a los mulos: – ¡Soooooooooooooo! se paraban pero que muy quietos y no hacían nada, sólo que todo el tiempo se careaban las moscas con la cola sin parar. Y si se les decía: ¡Areeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeemulossssssssss! Pues entonces araban, pero bien derechito, despanzurrando to los terrones.
Como el tío tardaba mucho y hacía mucha sofoquina de calor, yo quería ayudarle para que terminara y nos fuésemos pronto a casa.
-¡Areeeeeeeeeeeeeemulosssssssssssssss!, les dije yo a los mulos, tal y como lo hacía el tío. Y los mulos, comenzaron a caminar.
Yo sujetaba con mucha fuerza el arado, para que fuera derechito y bien endilgao como lo hacía él , pero me costaba mucho y se estaba cayendo para un lado, to torcido.
En los olivos del campo, al otro lado, bandás de gorriatos, rebuscaban las acitunas. De pronto, salieron todos volando. Y los mulos, que son más tontos que los pollos, salieron juyendo con el arado dando saltos por encima de todos los surcos, por donde les daba la gana; derechitos, derechitos hacia la casa.
Yo les gritaba:- Soooooooooooooooomulossssssssssssssssssss! Bien bien fuerte. Pero nada… ¡tontos, tontos!
Entre el horno y la esquina de la casa, se quedaron atascados y no pudieron pasar. Quietos.
Yo fui corriendo donde el tío y se lo expliqué: – Los mulos, que son tontos, se espantan de los gorriatos y han ido por donde ellos quieren, sin obedecerme, ni pararse. Han arado muy mal y todo torcido. Ahora el arado está espachurrao y con la reja fuera…
El tío nunca se enfadaba. Como tenía tanta fuerza y su voz era muy fuerte, dijo:- Muuuuuuuuuuuulooooooooooooo ¡atrás! Mientras levantaba el arado del suelo.
– Tío, le dije yo, no se lo digas a la abuela, porque ella no sabe las cosas que hacen los mulos si se espantan… y luego me llama “babieca”.
El tío se reía y me decía:- ¡Anda, palradora, que nunca te callas ni sabes estar quieta!
Pero… no se lo dijo a la abuela.
De buena me había librao!
Por la tarde, cuando el tío vino, yo te tenía la palancana, con agua fresca para que se levara la cara y los brazos. ¡Yo te le quería mucho!
Los domingos, se marchaba al pueblo, to guapo, montado en el mulo, con unas botas muy bonitas que se había comprado para cuando iba a ver a su novia. Luego, cuando volvía, siempre me traía, un cucurucho de tostones bien blanquitos y ricos.
8 Comments
Celeste, agradezco tu visita y te dejo un abrazote enorme.
Te espero siempre.
MentesSueltas
què tiernas son tus historias…
«babieca», así nos decía mi papá, ve qué grosero…seguro era hijo de tu abuela…
jajjaja
jajajaja algo hubo que haber Julia…incluso ella la usaba con cierto acento jajajaja
Mentes, seguiremos en contacto!
Gracias a las dos. Un abrazo grandote!
Palradora jajajajajaj, que eres una palradora.
¿Por qué a mí me produca tanta impresión tener un animal, con su pelo, ojos, lengua, aliento, su sudor cerca?
No tuve una infancia natural, la mía fue más de plástico, por eso me hice macrocéfala y no palradora ni babieca.
Qué bonitos tus relatos. Cuando te toque ir al pueblo, veremos cómo arrías el cambio.
Besazos, hermosa
Maria José, la hija de mi tío José, escribió:
Cuando leí “mi tío José” me dio un vuelco el corazón…
Todo lo que yo no tuve, tu lo estas compartiendo conmigo. Me han entrado ganas de llorar, me han entrado ganas de llamar a mis hijos por teléfono sin ningún motivo sólo para escuchar su voz.
He pensado en mi madre y en la tuya y en cómo vivieron.
Sobre todo he intentado imaginarme a mi padre y vivir en mi mente el relato.
He intentado poner sonido a las palabras que te dijo, imaginarme como trabajaba el campo con los pantalones sucios y lleno de sudor. Imaginarme que era a mi a quien subía a sus hombros…
Tienes razón cuando hablas de esa Barcelona tan fea, yo no tuve tanta libertad para equivocarme y hacer las cosas mal que en definitiva es aprender.
Estoy orgullosa de pertenecer a esta familia y que tu estés en ella.
Un besote muy grande
Madre mía!!!! Qué emoción lo que te escribe tu prima…Se me ponen los pelillos de punta!!! Ahhhh!!!Qué emocionante para ella!!!
Palradora:
Dícese de persona que cultiva la dislexia con orgullo, tanto, como el gusto por la mezcla de dos términos existentes fundiéndolos en uno.
Jajajajaa sí, efectivamente Miri, esa soy yo.