Cuando tenía 17 años, pedí a la vida, a Dios, al universo, que por favor no me dejaran en un existir monótono, acomodado, previsible, sencillo o fácil de vivir.
Sí, parece extraño, pero me conocía y sabía que no podría renunciar a la lucha, al esfuerzo, al tesón y la energía que suponía mantenerme en lucha cuan guerrero con las manos listas a hacer. Siempre hacer, siempre agarrar el hoy y mantenerme en él con el esfuerzo que supone que la vida sin paliativos te recorra.
No quería la falta de esfuerzo, la falta de lucha, la falta de retos, la carencia de límites.
No es que no quisiera la paz, pero no sin ganarla.
No es que no deseara la estabilidad, pero no sin tener que tambalearme mil veces sobre el abismo.
No es que renunciara al conocimiento que ofrece vivir, pero no sin pruebas duramente superadas.
No es que no quisiera la consciencia de todo lo que el ser humano te pueda dar, pero no sin pasar por los límites del inconsciente más traicionero.
No es que no quisiera la quietud libre de deseos, pero con la lucha voluntaria para vencerlos…
¡Y la vida, ha sido generosa!
Y después de años, después de sufrimientos vencidos, después de escaladas imposibles y vivir a veces con la piel rasgada, donde la sal escocia y hasta el sol quemaba: Gané la felicidad. La paz absoluta. La calma del día a día disfrutado sin esfuerzo. La comprensión, incluso de mí mismo y los múltiples pliegues que me forman. Gané la consciencia de qué y para qué soy en este universo, donde no soy más de una gota de agua evaporada que flota sobre miles de mares verdes…la Paz. La calma absoluta. La felicidad que se consigue sentir, con todo lo ganado.
Y ahora, lejos de quedarme en la comodidad ganada, regreso y comienzo de nuevo: renuncio al Nirvana.
Yo que lo conozco, que sé vivirlo, que lo siento en mí porque soy eso, el vacío y la carencia de deseo; el amor totalmente libre, sin posesión, la necesidad de nada, sólo de quedarme sobre el aire y dejarme mecer…ahora, renuncio al Nirvana.
Quiero estar en el latir de lo cotidiano y sus azarares, en esa vibración que me permita sentir el dolor, el zarandeo de las dificultades, la incertidumbre del mañana. La inconsciencia aturullada por preocupaciones y luchas, el no saber qué vendrá, el temor a lo desconocido, el actuar dando brazadas.
No quiero apartarme de nada, renunciar a nada, liberarme de nada.
Puede ser que esté loca sí, puede ser…
No seré mientras viva, otra cosa más, que barro; Que las manos del alfarero, me sigan moldeando!